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sábado, 17 de abril de 2010

En la lucha, unidos por el corazón

Nuevamente hemos caído en la negligencia y en la inconsciencia. A veces rozamos a la incoherencia de valores que puede desembocar en una tragedia social, porque cuando se trata de la vida humana, estamos faltándole el respeto a la mejor creación de Dios, tal es, que nos ha hecho a su semejanza. Es por eso que hoy estamos tristes de estar inmersos en una gran crisis de valores, donde cada vez, nosotros los adolescentes y los jóvenes nos cuesta encontrar la línea que separa al bien del mal, porque se va perdiendo poco a poco los verdaderos y auténticos valores que surgen del corazón, tapados por la gran incidencia de los medios de comunicación, la masificación y la falta de autocrítica. Para algunos resulta incomprensible la actitud de algunos ciudadanos, a otros les resulta algo de la vida cotidiana, ya que han formado un sistema inmune que hace que no les afecte los problemas que los rodean. Esto los encierra en un individualismo que no los conmueve al ver ante sus ojos al prójimo desgarrándose ante ellos, pero peor aún, se han acostumbrado a no involucrarse en lo que a la sociedad comprende, que en algún momento influirá sobre ellos. Es una ceguera inconsciente que se contagia por la sociedad cada vez más fría de sentimientos y más sorda ante el pedido de ayuda.
Esto lo hemos observado luego de regresar de luchar todo el día en contra del avance despiadado fuego por nuestros campos, donde la sociedad sólo ve mi suciedad por toda la tierra que me cubre e ignoran la batalla de la cual vengo. Nos ha llamado mucho la atención que frente a esta situación tan horrible de que avancen las llamas devorando a su paso años de esfuerzo por generaciones, de progreso en tiempos difíciles, pero sobretodo la destrucción que imparable ante nuestra incansable lucha que parece ser nada ante fabuloso fenómeno aumentado por el viento tan fuerte y el extenuante calor, genera una impotencia en nuestros corazones y nos desgarra el alma porque no sabemos que hacer.
A pesar de esto, nuestra mirada sobre tan desastrosa situación maduró frente al conflicto, y empezamos a ver otra verdad, que fue más clara a medida que empezó a bajar la desesperación. Se podía observar que ya no había divisiones entre los campos para poder hacer los contrafuegos, que venían vecinos de otras zonas y trabajaban poniendo todo lo que podían, parecía que frente al conflicto todos éramos iguales, que estábamos hermanados en defendernos y que trabajando en conjunto poco a poco fue disminuyendo el caos, aunque fue una batalla muy larga pero la esperanza siempre estuvo presente.
Es curioso ver que frente la catástrofe y el caos, aparece la bondad del hombre, donde cada persona lucha al lado de su prójimo, desaparecen las desigualdades, nos ayudamos unos con otros como si fuésemos un solo bloque con mucha fuerza. No teníamos tiempo en pensar quién fue el culpable de esto, estábamos preocupados en salir de esto juntos, y aunque no teníamos un plan, pareciera que algo nos guiaba y que nosotros ignorábamos, porque trabajábamos en conjunto y nos intercambiábamos como si nos dirigieran.
Entonces nos empezamos a dar cuenta de que la unión ante un conflicto que a todos nos concierne toma una fuerza increíble, que alimenta a la esperanza, olvida a las desigualdades, rompe fronteras, pero lo mejor de todo nos demuestra que al final después de tanto luchar, tanto esfuerzo no fue en vano, y también que esa guía que a todos tenemos nos permitió trabajar en conjunto no es nada más ni nada menos que fue escuchar a nuestro corazón, ahí donde radican nuestros auténticos valores, que son las señales de tránsito que nos llevan por el camino del bien. Es así como debemos luchar, en conjunto y escuchando lo que nos dicta el corazón, este es el ejemplo para esa sociedad ciega y sorda, donde nosotros tenemos la iniciativa y mucho por enfrentar, se llama crisis de valores que ha destruido nuestro sistema democrático y que cada día nos perjudica más. La propuesta nos es fácil, tampoco es simple de explicar, sólo sabemos que debemos resistir y dar el ejemplo a la mayoría que no ve ni siente, pero la alternativa que es más válida, es empezar a actuar, los pocos que seamos y que estemos como ciudadanos unidos de las manos, es decir, unidos con el corazón, ya que la unión desde la base de los valores auténticos como la verdad, justicia, respeto, igualdad, pero por sobretodo el amor, nos llevará al éxito y a la felicidad.


Malcom D. Azcurra Moriena

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